¿Qué nos mueve a filosofar?

La pregunta “¿Qué nos mueve a filosofar?” es también en sí misma una pregunta filosófica. En cuanto tal, no tiene una única respuesta. El filósofo alemán Karl Jaspers, en un pequeño libro titulado La filosofía, trata de responder a esta cuestión y señala tres motivos por los cuales los seres humanos sienten la necesidad de filosofar.


    El asombro. Nuestros ojos nos hacen ver el maravilloso espectáculo del universo del cual somos parte. Nuestra admiración por lo que nos rodea y por lo que nos resulta extraño nos lleva a querer conocer. En la admiración advertimos todo lo que no sabernos, descubrimos nuestra ignorancia: ¿Qué es todo esto que nos rodea? ¿De dónde viene? Nos preguntamos por aquello que ocasiona nuestro asombro, nuestra sorpresa.

 


Jovellanos, representando la duda, obra de Goya
Jovellanos, representando la duda, obra de Goya

     La duda. Tratamos de dar respuesta a las preguntas suscitadas por nuestro asombro. Pero ni bien creemos satisfacernos con estas respuestas, surge en nosotros la duda. Advertimos que todo conocimiento humano es falible y desconfiamos de nuestro imperfecto saber. Lo que nos parecía obvio resulta luego ser falso. La duda aparece, entonces, cuando tomarnos conciencia de la inseguridad e incerteza del conocimiento humano. Por eso, ante cada aparente solución surge un nuevo problema y la posibilidad siempre latente del error.

 


La matanza de Quios de Eugene Delacroix
La matanza de Quios de Eugene Delacroix

     Las situaciones límites. Siempre estamos inmersos en alguna situación: tenemos que estudiar para un examen o estamos por salir con nuestros amigos o se nos presenta la oportunidad de realizar un viaje. Las situaciones son cambiantes y nos exigen respuestas variadas. Pero hay situaciones permanentes, que no cambian. Son situaciones fundamentales, definitivas, que revelan nuestros límites: no podemos no morir, no podemos no sufrir, no podemos no sentir angustia. Por lo general, somos conscientes de estar en una situación límite cuando vivimos momentos difíciles: la muerte de un ser querido, la enfermedad de alguien cercano, el amor no correspondido, el fracaso de un proyecto. La conciencia de nuestros límites nos lleva a filosofar porque surge necesariamente en nosotros (a pregunta por el sentido y el valor de la existencia humana.